martes, 10 de noviembre de 2009

Las ganas de tu inocencia (primera parte)

Esta noche no iba a ser cualquier noche, eso lo sabía muy bien Katia. Lo sabía desde que salió de la ducha, caminaba hacia el espejo más grande de su cuarto mientras se secaba cuidadosamente su largo y ondulado cabello. ¿Qué estaría pasando por su cabeza? Un mensaje de texto enviado un par de horas antes sería originalmente el culpable de que ella vuelva a creer en esos cuentos chinos. Cuentos chinos, así ella llamaría a las escusas y la poca preocupación que mostraba hasta ese entonces el enamorado que quizás mas quiso, cuatro meses de relación son la mayor prueba de que ella estaba enamorada y quería estar con Javier a como de lugar, pero nunca comprendió que para mantener dos corazón unidos hacia falta que uno de estos quiera de verdad. Nunca lo comprendió, ni siquiera esta noche.

Se miraba coqueta al espejo, su pecho desnudo y la otra mitad de su cuerpo aún atada con la toalla. Sabe los atributos que heredó de la familia de su padre: gruesas y moldeadas piernas y un busto no muy grande pero si pronunciado. Empieza a bailar de una manera delicada una melodía que tararea en su mente mientras se pinta los labios. Katia vuelve a soñar despierta, y no era para menos, su príncipe azul vendrá a recogerla en tan solo una hora y no sabía que ropa ponerse. Un jean ajustado y unas botas serian la parte sencilla de escoger, mas no estaba segura si ponerse polo, una camisa o un top, finalmente escogió el top.

Ella sabe la verdad, sabe quizás que lo que decía en el mensaje era mentira, que todo el universo de ficción que estaba encerrando en su hermosa vestimenta podía venirse abajo si tan solo se ponía a pensar que el hombre que vendrá a recogerla no quiere más que hacerle mas daño –o al menos eso fue lo que hizo todo el tiempo que estuvo con ella-. “Todos merecen una segunda oportunidad” dice mientras se apoya en su ventana con los ojos en el cielo y esperando que la luna sea por lo menos la única que le crea. No dejaba de ver su celular, ya sea para ver la hora o para ver – por enésima vez- el mensaje y esperar mantener esa sonrisa enamorada que el destino le había puesto.

Javier llegó. No hizo ni un poco de bulla, manejaba a bajísima velocidad hasta estacionarse al frente de la casa de Katia, quizás lo que aun quedaba de ese niño bueno que seguía al pie de la letra los consejos que le dio su padre antes de morir lo estaba atormentando.

La historia del padre de Javier no la sabía nadie, solo Katia, probablemente se la contó una de esas pocas noches donde intimaban sus más grandes secretos. Sin embargo esta infidencia marcaria su presente. El señor Dan siempre fue un padre ejemplar, no tenia problemas con su mujer pese a los once años que tenían de matrimonio, con Javier tenia una un lazo mas grande que el de padre e hijo, era casi amigos “soy tu amigo, no lo olvides, pero delante de tu madre deberé comportarme como un padre viejo y cincuentón, tu sabes, para que la vieja no se amargue” era las frases que le dijo Don dan a su hijo cuando acababa de cumplir sus once años, sin pensar que a los pocos días, iban a ser avisados los miembros de la familia que el patriarca del hogar fue encontrado muerto en un hostal a pocas cuadras de su trabajo, la infidelidad no solo destrozó una vida, sino que también una familia. Después de eso, los consejos que había recibido el pequeño Javier de entonces sobre las mujeres y como respetar a las damitas, como diría su padre, se fueron esfumando con el pasar del tiempo, hasta llegar a lo que seria hoy.

Nunca tocó la bocina del carro para que baje Katia, se detuvo y empezó a pensar si estaba bien lo que iba a hacer, no hay tiempo para respuestas, solo iba a esperar a que una pregunta lleve a otra y volver así a ese pasado oscuro que sus cortos veinte años no podían olvidar. Cuando en el momento menos pensado Katia aparece por la del costado y le sonríe. El momento había llegado.

- ¿Qué pasó, no ibas a tocar la puerta?- le decía mientras entraba al carro.
- Lo que pasa es que no sabía si darte este regalo ahora o cuando te traiga de regreso.- saca de la guantera tres rosas: una roja, una blanca y una amarilla.
- ¡Que lindo! Te acordaste de mis colores favoritos.
- Nunca los olvide.- mientras la mira detenidamente.

Había dado en el blanco, ¿Qué mejor comienzo no Javier? Lo poco que prestaste atención en la relación sirvió para hacer tu regalo de chico arrepentido. Su inocencia y tu viveza ¿para que mas? Hasta creo que terminaste con ella solo para llevar a cabo este plan, esperar que el tiempo haga el trabajo sucio para que ella te olvide y de ahí llegar como si nada hubiera pasado. Maestro.

- ¿Me has extrañado? – pregunta mientras enciende el primer cigarrillo.
- ¿debería de hacerlo? mentira tontito, claro que te he extrañado. Y por lo que veo tú también me has extrañado ¿no?
- Eso ni lo preguntes. Vamos, te llevo a pasear.

Siempre hacia esas respuestas, “eso ni lo preguntes” “sí ya lo sabes” “¿mi cara no te dice algo?” repetía una y otra vez cuando alguna mujer le hacia preguntas, se la llevaba fácil, ni siquiera las miraba a los ojos. Su sonrisa y la vista a un costado seria todo lo que haría para sus acompañantes del momento se sintieran seducidas. ¿A dónde la llevaría a pasear? Iba a ser todo un caballero preguntándole a donde deseaba a ir solo para ser cortes, claro esta. Él ya sabía a donde la iba a llevar, lo sabía tres días antes de enviarle ese mensaje. “Huevón, me lleve a Natalie a tirar a la subida del monte Palermo ¡ni un alma que joda! Hubieras visto” fue suficiente para tener idea de a donde llevarla hoy.

Llegaron al lugar: Katia, entre sorprendida y emocionada por el hermoso paisaje que mostraba las faldas del monte, no dejaba de sonreír mientras señalaba algunos lugares conocidos que se podían ver desde la ubicación del carro. Javier, encendiendo su segundo cigarro, empezó a piropearla de una manera educada y seria a la vez, lo que provocaría la sonrojes de Katia.

- ¿ya ves que este lugar es mejor que los sitios que querías ir?- mira a un costado mientras bota el humo.
- ¡Es hermoso!
- Mi padre nos traía a mi madre y a mi cuando era muy pequeño, ellos conversaban mientras yo dormía en el asiento trasero, o bueno, ellos creían que dormía.- se ríe- nunca borré de mi mente este lugar.
- Gracias por traerme aquí.
- ¿Cómo has estado todo este tiempo?

Inició así la conversación que entre risas y abrazos, ya sea por el frio o simplemente por muestra de cariño, se vinieron dando. El plan marchaba perfecto. Si antes, cuando estaban juntos, no había pensado en acostarse con Katia fue por que de alguna manera encontraba en ella una personalidad que no había encontrado en la demás mujeres con las que había salido. Estabas enamorado Javicho, acéptalo, que a tu deseo por tener sexo le haya puesto un limite la virginal Katia, no te dejaba vivir como a ti te gustaba y eso era lo único que no tolerabas de la relación, pero por mas que lo intentes encubrir, esa seria tu segunda excusa para buscarla, no lo niegues, estabas enamorado.

Media hora más conversando y aun no te atreves a besarla en los labios ¿Qué paso, arrugaste? No estaba en tu cabeza la propuesta que ella te iba a hacer:

- ¿y si lo intentamos de nuevo?- pregunta Katia
- ¿has estado con alguien desde que terminamos? – se impresiona Javier mientras le quita la mano de la pierna.
- ¿Qué? ¿es importante eso?
- Solo respóndeme
- No te voy a responder.
- Dime ¿con quien?
- ¡No he estado con nadie! ¿feliz?
- ¿Por qué no me querías responder entonces?
- ¿para que chucha querías saber?

El ambiente se torna callado y tenso, Katia mirando su ventana y Javier mirando el cada vez más apagado paisaje. No iban a volver, por lo menos él no quería aunque ella puso en evidencia que eso era lo que quería. Ya todo es más fácil ahora, piensa Javier mientras enciende otro cigarro.

- No fumes por favor.
- ¿Estas llorando?
- Si, y no fumes por favor.
- Esta bien. – bota el cigarro por la ventana- no llores, no quiero verte llorar.

- Dime la verdad ¿para que has venido?
- Ya te lo dije, te he extrañado.
- ¿Nada más?

Apenas termina de hacer esa pregunta, Javier se va encima de ella y empieza a besarla, Katia no opone ni la más mínima resistencia a sus manos que empiezan a tocarla de la cabeza hasta las piernas. Lo que tanto buscaba Javier iba a ocurrir.

*Y como está de moda... "continuará"

¿quiens e acuerda de este tema noventero?