domingo, 19 de julio de 2009

Presente: ¿resultado del pasado?

Quizás fue solo un castigo más del destino. Hace siete años confieso que era mucho más baboso que ahora, aunque en ese tiempo no me daba cuenta, era un mocoso que únicamente le gustaba corretear por el colegio, hacer amigos y escribir en su diario en las clases de matemáticas. Puedo recordar hasta ahora algún día en el mes de julio en el que la profesora dijo “chicos, a partir de hoy nos va a acompañar una alumna nueva, ella es Valentina y va a ser parte de nuestro salón” y todos como cojudos “¡hola Valentina!”. Debió ser la timidez del primer día que ella no cruzaba palabra con nadie y a duras penas cuando quería algo levantaba la mano para que la profesora se acercara y ahí recién murmullaba algunas palabras que imagino que eran “¿puedo ir al baño?”. Ese día la miré con bastante sorpresa. Así conocí a Valentina, en una etapa de la vida en donde el interés por las mujeres era casi nulo y me apasionaba mas ver a los gladiadores que aparecían todos los sábados en la pantalla del canal 5 o quizás dragon ball que en ese entonces lo veía con mis primos religiosamente todos los días a las cuatro o cinco de la tarde, pero cuando apareció ella las cosas cambiaron.


No era la timidez del primer día, era así su personalidad, hablaba poco pero era muy observadora. Tenía un largo cabello ondulado color marrón, su piel era canela, ojos negros pero muy profundos, era flaquita o mejor dicho finita – claro que para ese entonces yo no tenia ni noción de que lo que significaba “finita”-. Me encantaba porque nunca se reía de las bromas que yo le hacia a las otras chicas, lo máximo que lograba conseguir en ese entonces era una sonrisa pero sin llegar a mostrar sus dientes. Solo se juntaba con una de las chicas del salón, armaban casitas de cartón en los recreos, y yo, por mas gay que suene, cambié el fulbito por verlas – o mejor dicho verla- afuera del salón por la ventana, si de dieron cuenta de eso o no, nunca lo podre saber. Empecé a sentir por primera vez las “maripositas en el estomago” que lo escuché tiempo atrás en una conversación de mi hermano mayor. Ya para ese entonces me daba más miedo hablarle, el niño juguetón y extrovertido ahora estaba callado y con la excusa de dibujar se quedaba en el salón con las demás chicas solo para verla. Poco le iba a importar que todo su equipo de fulbito lo mirara de la forma más rara desde afuera del salón, señalando algunos la pelota mientras gritaban “¡Italo ahora se junta con las niñas! ¡Italo ahora se junta con las niñas!” con una tonadita muy particular, sin ni siquiera imaginarse alguien que a los pocos meses lograría estar con valentina.


El comienzo, nudo o culminación de aquel romance poco importa. Por eso, justamente hablaré de la poca importancia que tuvo esa relación: era mi primer amor. Mi primer beso. Mi primer CD de música “La Oreja de Van Gogh”. La primera canción que le dediqué a una mujer niña: “La playa” que estaba incluida en ese CD. Y junto con el desenlace: mi primera decepción amorosa.
Terminó la primaria y poco supe de ella, cada quien con su vida. Yo, de gracioso, jovial y amiguero ya no tengo casi nada. Mi cara se deformó un poco – o mucho creo yo-. Como me da flojera afeitarme espero que la barba esté lo mas crecida posible la para entrar en acción. Este invierno me he vuelto muchísimo más friolento que antes y me baño cada dos o tres días. ¿De vestimenta? Bueno si me han visto sabrán que no me visto bien, pero, quiero pensar, que tampoco me visto mal. Así, con esas características, regresaba de la casa de una amiga una tarde de invierno, con un frio que me obligaba a tener las manos bien metidas en los bolsillos de los pantalones, y con la cabeza encogida. A lo lejos veía que una pareja caminaba en mi dirección, poco a poco nos íbamos acercando, pese a eso no le presté mucha atención al principio, digamos que cuando ya estaban a unos veinte o treinta metros recién los observé con mas detenimiento. Abrí más mis ojos y empecé a caminar despacio, ya a menos de de los veinte metros y al mismo tiempo en que mi sorpresa me generaba un nudo en la garganta escuche la voz de la chica que estaba de la mano con su enamorado:

- Dios! ¿Italo? Estaba dudando si eras tú ¡como has cambiado! ¡siete años que no sé nada de ti!
- Va… Valentina, vaya que sorpresa!
- Él es Bruno, mi enamorado.

Una sonrisa de oreja a oreja por parte de ella, parece como si, no sé, hubiera encontrado a su mejor amigo o algo parecido. Yo en cambio, mis ojos, mis gestos y hasta la falta de babero me delataba. La veía en segundos de pies a cabeza. La niña callada, tímida y de ojos negros profundos se había convertido ya en una mujer hermosa, alta y con el mismo cabello ondulado, solo que ahora, este bailaba al ritmo del viento; viento que, criminalmente, también hacia bailar a mis dientes pero de arriba a abajo.

- ¿pero que ha sido de tu vida? – me pregunta aun manteniendo la sonrisa-

- Ahí estudiando, este ciclo lo dejé pero –veo la cara de su enamorado, mal momento para actualizar vidas, pienso- pero me he dedicado a hacer algunos trabajos.

-Oye, seria bueno conversar uno de estos días. ¡Pero como has cambiado!

-Jajá. Me parecería perfecto. Nos ubicamos por facebook ¿te parece?
-Valentina, Valentina Benavides Bernal. Me agregas.


Fue gracioso, así ella no hubiese dicho su nombre completo yo ya lo sabía. Todo, absolutamente todo paso por mi mente, estaba frente a una mujer que alguna vez me he dibujó la felicidad en los ojos cuando aun ni sabia que era el amor. Estaba frente a la chica tímida del colegio, que ahora por cosas del destino hablaba y sonreía más que yo. Estaba frente a una mujer que podía conseguir lo que quisiera si se lo proponía: una gran prueba de eso era su enamorado; que era muy bien parecido. Tranquilamente podían posar los dos para ser la portada de una revista juvenil.


La conversación fue breve, no más de cinco minutos. Me fui quizás con la idea de que yo tuve a la Valentina niña e inocente, la que no distinguía lo bueno ni lo malo y ¿ni lo bonito ni lo feo? Y ahora otro tiene a la valentina de verdad, la que habla, ríe, propone, sueña, quiere, desea. Me dio vergüenza verla tan arreglada y yo, tan solo vestido con lo primero que encontré. Quizás así como yo me fui pensando que versión tuve de Valentina, ella también debió pensar que pasó con aquella versión de Italo. Aún tengo en la cabeza su nombre y apellido, lo que no tengo es la valentía para agregarla. ¿Vale la pena que conozca esta versión de mí?


PD:
Escribiré mas seguido, como en los viejos tiempos. Palabra.


El video/ la canción: la gran banda británica The verve – History [Precisa]

1 comentario:

LJ-90 dijo...

Dejar Dragon Ball por una chica es herejía Italo, ¡herejía!

Dejandose de bromas que no tienen gracia ni lugar debo decirte que la situación en la que te tropesaste debe haber sido horrible, lo lamento por ti camarada, los feos como nosotros sufrimos traumas en situaciones como estas...felizmente no llegas al estado en el que te da verguenza hasta hablar con mujeres en la calle.

Situaciones suceden mucho, y mientras crezcamos y nos encontremos con otros en las concurridas calles llenas de ollín y mierda humana nos sentiremos peores...no te preocupes, algún día aquellos modelos de Calvin Kleín (o como se escriba la maldita marca) , si adivinaste, los niños bonitos, también envejeceran...se volveran marchitos y feos, ahí todo se nivelara.

Por que lo importante es lo de adentro "cabrón", y si eres feo (como tu dices ser y yo estoy seguro de serlo) más debes creer en esto...son unas de las pocas cosas a las que podamos aferrarnos, a esa creencia, sino nuestra cordura se perdera y nos quedaremos sin aquella pieza que nos hace independientes, indispensables y autenticos, la literatua y el pensamiento analitico.

Sigue escribiendo tu diario "cabrón", que me das catorce mil vueltas en escritura, Renato estaría orgulloso. El futuro blog parece que tendrá pequeñas gemas.